Holaaaaa, ¡¡Sorpresa!! ¿Creíais que este año no iba a haber crónicas? Pues no, lo que ha pasado es que, aprovechando el cumpleaños redondo de Elena nos hemos venido al hemisferio sur en pleno Noviembre para pillar aquí el final de la primavera. A mí me regalaron un viaje a Argentina por el mismo mortivo, así que haciendo honor a nuestra fama de gente sencilla que no se complica la vida nos hemos liado la manta a la cabeza, hemos atravesado medio planeta y hemos acabado en Australia. Por delante quince días de turismo hardcore del que intentaremos sacar el mayor partido posible; y, por supuesto, contarlo.
Para empezar, las 10 horas de diferencia con España te meten en un tremendo descontrol de fechas y horarios. La mitad del día estamos en la misma fecha, la otra mitad en el día siguiente. El viaje parece durar lo mismo que cuando los exploradores venían en barco, o esa impresión me dió a mi que estoy biológicamente incapacitado para dormir en los aviones. 6 horas a Doha (Qatar), 3 horas en la muy lujosa zona VIP de aquel aeropuerto, y un breve salto de 15 horas después aterrizamos en Sidney. Habíamos estado aquí hace la friolera de 16 años, y nos hacía ilusión volver ahora, con más experiencia y más mundo, a ver cómo ha cambiado esta maravillosa ciudad. Hasta hemos repetido el mismo hotel, que aunque muy cambiado desde la primera vez que vinimos, sigue estando muy bien. Tiene el bonito nombre de Novohotel, y está en una zona turística llamada Darling Harbour, una marina pija con restaurantes de moda, garitos de copas de música chundachunda atronadora y ni un solo australiano. Todo son turistas, en su mayoría chinos y japoneses. Un sitio precioso de todas formas.

Ah, Australia, tierra mítica en el fin del mundo, habitada por aborígenes de temible aspecto, convictos ingleses de aspecto aún más temible, y una fauna asesina diseñada específicamente para matar al ser humano. Aquí todo animal (y muchas de las plantas) sólo quieren matarte. Desde los mosquitos a los cocodrilos. Menos mal que en la ciudad hay pocas probabilidades de que eso te pase, pero no se puede bajar la guardia. En Sidney cocodrilos no hay, fuera de los zoos, pero los mosquitos son preocupantemente insistentes. A ver si no pillamos nada malo. Al menos la cerveza es abundante, barata y de gran calidad. Ya sabéis mi teoría sobre cómo medir el grado de civilización de un pais: Por el número de cervezas que tienen. Tú vas a, pongamos por caso, a Afganistán, y tienen una o ninguna. Pero amigo, vienes a Australia y tienen cientos de ellas: Lagers, Ales, IPAs, Pilzen, lo que quieras. Por todas partes. Una maravilla….
Vamos con la crónica, que me disperso. Llegamos el domingo por la noche (de aquí) así que poco que contar de ese día. Después de dormir como bebés una barbaridad de horas nos levantamos el lunes en perfecto estado de forma y equipados con las herramientas típicas del turista: La wifi portátil. Imprescindible mientras las compañías telefónicas insistan en robarte a mano armada con el uso de datos. Teníamos contratada una visita guíada por la parte más antigua de Sidney, un barrio pintoresco que se llama The Rocks («Las rocas«, nombre acuñado por los ingleses cuando vieron la zona, y que indica la gran imaginación que tenían para bautizar los sitios que descubrían) y que hoy en día es un área muy agradable de pasear, llena de tiendecitas de artesanía y restaurantes para turistas con un aspecto magnífico. Sin ánimo de comparar, lo que nos hace mucha gracia es que llamen pomposamente restos arqueológicos a edificios con menos años que la casa en la que se crió mi madre en el centro de Madrid. Pero oye, cada cual admira su patrimonio cómo más le gusta. Un paseo interesante.

Hay una cosa que a Elena le encanta y a mí me da mucha vergüenza, que es decir en los hoteles y restaurantes que estamos aquí celebrando su cumpleaños. No por menos cierto (aunque fuera en Junio) deja de ser divertido. En el hotel nos subieron ayer a la habitación unos pastelitos horribles, un champán/brut imbebible y una nota felicitando el cumpleaños… a mí, que soy el que tiene la habitación reservada. Anoche fuimos a cenar a un sitio muy espectacular frente a la famosa ópera y acabaron viniendo a la mesa con una minitarta y su correspondiente velita a cantar el cumpleaños feliz. Con acento mejicano, eso sí, porque en muchos sitios tienen personal español o hispano. Veáse foto adjunta para hacerse una idea del nivel del sitio.

Poco más por ahora. Hoy tenemos visita guiada al edificio de la ópera y por la tarde un tour de comida callejera por Chinatown, una de esas frikadas que tanto nos gusta hacer. Seguiremos informando.
Luis y Elena
Os estábamos esperando!! Disfrutad a tope y contádnoslo por favor! Un abrazo
Me gustaMe gusta
Os estábamos esperando!! Disfrutad a tope y contádnoslo por favor! Un abrazo
Me gustaMe gusta
Que buenas sensaciones. Gracias por la crónica!!!!
Me gustaMe gusta