Un paseo al Arts Vilage

Bula bula, queridos lectores…

Sigue lloviendo en Fiji. No es que sea una cosa muy torrencial, es mas bien una llovizna meona que apenas molesta, pero no deja de ser incómodo. Hoy al menos sólo ha llovido por la mañana, antes de salir del hotel, así que fuera del agua no nos hemos mojado mucho. El día ha empezado con otra de esas anécdotas de choque cultural de las que enriquecen y aderezan las crónicas. Habíamos quedado con los del centro de buceo en que hoy nos recogían a las 7:45 en la recepción del hotel, como todos los días. A las 7:42 ya estábamos allí sentaditos esperando, cuando la chica del mostrador nos pregunta que si vamos a bucear, porque la furgoneta de recogida ya se ha marchado… Ante nuestra cara de sorpresa ha llamado al centro, y nos dice que tendremos que ir por nuestra cuenta. Pues no nos faltaba mas que eso. Le he hecho volver a llamarles, y me dice el tío del centro de buceo que han estado en la puerta 5 minutos esperando y se han largado, pero que no me preocupe que vuelven a por nosotros. Yo mosqueado pensando que tenía mal la hora del reloj, cuando hemos conseguido llegar allí he preguntado qué había pasado y me responden, todo sonrisas y buen rollito tropical, que no preocupe, que no pasa nada, que las 7:45 era «hora de Fiji», o sea, hora aproximada. Resulta que los tíos se han presentado con 10 minutos de antelación, y en lugar de esperarnos o decir que nos llamaran, se han largado sin mas… Eso sí, luego hemos estado su buen cuarto de hora esperando que prepararan el barco y los equipos. Porque esa es otra, pero ésta es mejor: Si el deporte del buceo se hace fuera del agua (cargando y descargando el barco), aquí ni eso, porque se ocupan los encargados. Muy cómodo…

Hoy nos han llevado a un par de sitios fáciles y tranquilos, de ver pececillos de colores y vistosos corales. Mañana creo que vamos a hacer algo parecido, lo cual es un cambio de agradecer despues de la adrenalina de ayer. Los dos últimos días tenemos otra vez el equivalente submarino de los encierros de San Fermín, o sea, marcha, alegría y bicherío enorme de grandes dientes y amenazador aspecto.

Por la tarde poca cosa. Cervecitas de aperitivo en la agradable terraza del bar del hotel (ya sin lluvia), comida y siesta reconstituyente. Un poco hartos ya de la habitación, hacia las 4 nos hemos ido dando un paseo hasta el único enclave civilizado que tenemos por la zona, una especie de centro comercial llamado Arts Village que, como suele pasar, tenía mucho mejor aspecto en Internet que en vivo. Poco que ver allí, un par de tiendas de souvenirs, dos o tres bares de aspecto canalla y una peluqería para los locales. Así que ya estamos de vuelta en el hotel, Elena ha estado en el gimnasio mientras yo blogeo, y ahora iremos a tomarnos unas cervecitas para rehidratarnos, que siempre es importante. Como veis, el nivel de actividad en Fiji no tiene nada que ver con el de Seul, lo cual yo agradezco porque he podido quitarme de encima la sensación de agotamiento total de la semana pasada.

A ver cómo me las arreglo para echarle un poco de cuento a lo que hagamos mañana y que no parezca igual a hoy. Ahí reside el talento, ése del que carezco 🙂

Os dejo con la bonita puesta de sol desde el rompeolas enfrente del hotel. Mañana mas

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