안녕하세요, queridos lectores:
Vosotros, los seguidores habituales del blog, ya sabéis que en el transcurso de nuestros numerosos viajes por todo el mundo nos ha pasado de todo, y casi siempre bueno, pero hay dos maldiciones que nos persiguen allá dónde vamos: La duración de las pilas, y los guías turísticos raritos. Lo primero lo vamos solucionando poco a poco, puesto que los gadgets van llevando mejores baterías recargables, pero lo segundo es un mal de ojo que nos echaron a Elena y a mí el primer día que nos fuimos de excursión a Segovia siendo aún novios. Si no, no entiendo porqué nos toca siempre el mas friki cada vez, todas las veces, de forma implacable…
Esta mañana a primera hora (ya sabéis, primera hora quiere decir «sobre las 10») hemos ido a ver el palacio Gyeonbokgung (el de nombre mas sencillo de los cinco que hay en Seul), y se me ocurrió la genial idea de reservar por Internet una excursión guiada. Mira, por una vez que puedo ahorrarme el estudio histórico-sociopolitico-geoestratégico previo, mejor, así me lo cuenta un tío y listos. Además era grátis, porque son una especia de guías voluntarios que ofrecen un buen número de paseos guiados, y la cosa me pareció interesante. El hotel ofrece un servicio gratuito de trasporte a los monumentos, así que la jugada parecía redonda.

El caso es que nos han dejado en la puerta del palacio a las 9 y 10, en la puerta equivocada, por supuesto, por lo que tras orientarnos a base de preguntar a los taquilleros (que no hablan inglés), tirar de google maps (bendita wifi portatil), y recorrer media muralla palaciega (esa mania real, común a todas las monarquías del mundo, de hacer recintos faraónicos), hemos llegado a tiempo incluso de ver la pintoresca ceremonia del cambio de guardia que se aprecia en la foto de abajo, amenizada con el habitual sonido discordante de trompetinas y tambores.

Sorprendentemente, en el lugar de la cita que decían en Internet, se ha presentado un afable anciano con mi nombre en un papel, que me ha hecho una reverencia tremenda y se ha presentado como «Mister Li». Bueno, lo de «Mr Li» ha sido a la tercera vez que le he pedido que me repitiera su nombre, porque era completamente irrecordable, así que ha optado por resumirlo. Mister Li se ha puesto muy contento cuando le he dicho mi propio nombre, que era muy parecido al suyo, y así se podía acordar bien. Mas problemas ha habido cuando ha preguntado por lo de «Novo», que tan bien llevaba escrito en su papelito, porque al parecer, aquí los apellidos se deben poner en otro sitio o en otro contexto, no se… Creo que no lo ha entendido.

El caso es que durante las dos horas y media siguientes, el bueno de Mister Li nos ha torturado con gran cantidad de detalles y explicaciones sobre la simbología de los colores, los puntos cardinales hacia los que miran las puertas, y los animales mitologicos de las estatuas. Mientras Elena y yo asentíamos vigorosamente y respondíamos a cada explicación con numerosos y afirmativos «mmmmm», «aha», «ok» y «oh yes». No nos hemos enterado de nada. Os juro que hablaba peor inglés que Jesús Calleja, con el acento de un gitano de Jaen borracho, la memoria de un pez amnésico, y el cerebro de un pastillero pasado… Y mira que el sitio era chulo, pero para eso me hubiera leído la entrada correspondiente de la wikipedia y habría tenido una mejor idea de porqué las habitaciones de la reina estaban pintadas de un color distinto, o el significado de la colocación de las chimeneas. Claro, que ya que el servicio es gratis, encima no te vas a andar quejando…

El caso es que incluso nos ha acompañado al barrio donde teníamos pensado comer, que le pillaba de camino y quedaba cerquita. La zona se llama Insadong, típica por las tiendas de artesanía y los restaurantes tradicionales. Tenía seleccionado uno por internet, llamado Jirisan, que podéis ver en la foto de la izquierda. Muy bonito, pero la comida francamente asquerosa. Mil potitos y tarrinas de cosas desconocidas, salvo un pulpo crudo congelado con pinta de haber tenido anisakis antes, dos peces fritos de los que cuando están en el mercado no se molestan en apartar las moscas, y gran número de verduras empapadas en salsas picantes que las convierten en incomibles. No vayáis a ese, no os lo recomiendo…

No tendré buen ojo para seleccionar los restaurantes por Internet, pero el hotel que he escogido está en lo que parece el centro geométrico de la ciudad, porque todo lo interesante está alrededor, a menos de 15 minutos andando. Una de las cosas que tenía en la agenda era el mercado de Namdaemung (uno va cogiendo práctica con los nombres coreanos), que podéis ver aquí al lado. Enorme, caótico, maloliente y cutre, pero muy curioso. Elena dice que le recordaba al de Valença do Minho, en Portugal muy cerca de Bayona, pero en grande. Dudo mucho que en Valença tengan cabezas de cerdo fritas para ofrecer a los visitantes, de aspecto podrido y color sospechoso (las cabezas de cerdo, no los visitantes, se entiende), pero la experiencia ha sido interesante…

Ya os podéis imaginar la sed que dan estas cosas (y los 19.19 Km andados tambien ayudan), así que hemos retomado la búsqueda de algo parecido a un bar dónde tomar esa cervecita de después de hacer turismo que sabe a gloria. Tirando de móvil y mapas, hemos dado con un sitio que tenía buena pinta, al menos habia letreros luminosos en la fachada con marcas de cerveza conocidas, así que nos hemos puesto muy contentos cuando hemos visto que incluso tenía terraza…

Por supuesto, hemos metido la pata. La terraza (a la que Elena ha llamado, con todo su optimismo, «Biergarten», como si estuviéramos en Munich) correspondía al garito colindante (ver foto, por favor). A su lado, la caseta de la peña «Los Cenutrios» de las fiestas de Villacebollos del Retortillo hubiera parecido el Bulli. Sonaba música daaaabadabada del estilo de las pelis de Alfredo Landa de los 60, con farolillos colgando, y había una pecera con algunas sepias vivas y otras inertes en el fondo. Las dos señoras que han venido corriendo a atendernos (con menus en coreano pero muy dispuestas a explicarnos qué hacían con las sepias muertas) se han decepcionado un poco cuando sólo hemos pedido cerveza. Mas que decepcionadas, yo creo que se han sorprendido bastante, tanto que hasta nos han traído despues una tapita de zanahorias y pepinos crudos con un tarrito de salsa picante para mojar. Ya sabéis lo que dicen de las verduras pasadas sin lavar. Como las traten igual que a las sepias…
Con muchas ganas de compensar la lamentable comida, despues de darnos una ducha hemos salido a cenar a un sitio de nuestro barrio que tenía buena pinta al pasar por delante. Te ponen unas perolas enormes en el centro de la mesa para que se haga la especialidad de la casa, el pollo «bulgogi», que dicen que lleva pollo y bulgogi (no preguntéis, no tengo ni idea de lo que es). Estaba bastante bueno, la verdad, y resulta divertido esto de la parrilla central para meter los palillos. Sí, palillos, porque aquí no dan cubiertos. Sólo una cuchara que no sabemos para qué sirve pero que usamos para cortar los trozos de comida demasiado grandes.

En suma, un día muy completo y divertido. Mañana no tenemos plan concreto, o sea, intentaremos llegar a desayunar antes de que cierren a las 10, y ya improvisaremos algo para despues. Hasta mañana 좋은 밤
Prueba
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cuidado con laComida
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