Angkor: Templos, calor y carne de serpiente

Su-sa-dey, queridos lectores…

Hoy hemos empezado la visita monumental en serio. La chica esa que no me acuerdo como se llama (¿Shuka?, ¿Sookie?, ¿Xuxa?) nos ha recogido a las 8 de la mañana, que ya está bien, para las visitas del día. Nada de monjes hoy, solo piedras. Pero que piedras, compañeros… Ya me voy haciendo una idea de cómo va esto. El pueblo en el que estamos se llama Siem Reap, y era una birria de aldea hasta hace 10 años, cuando empezó el turismo masivo, sobre todo (y tiene narices la cosa) desde que sacaron la primera de las pelis de Tomb Raider.

A las afueras del pueblo están las ruinas de la antigua capital del Imperio Jemer, que se llama Angkor, y dentro de la ciudad de Angkor (que llegó a albergar a un millón de personas en el siglo XII y era la ciudad preindustrial mas grande del mundo) hay innumerables templos, palacios y castillos, en un estado de conservación increíble. El caso es que en el siglo XIX, cuando llegaron los franceses, la gente de la aldea les hablaba de las ruinas de la selva, que llevaban ahí mil años deshabitadas, así que no puedo imaginarme lo que debieron pensar los franceses cuando encotraron aquello en mitad del bosque. La foto adjunta corresponde a la primera visita del día, el llamado Templo Bayon.

El recinto está rodeado por un foso de agua cuadrado de un kilometro y medio de lado y 50m de ancho, para que os hagais una idea de las dimensiones. Para cruzar el foso, construyeron cuatro puentes (uno en cada uno de los puntos cardinales) de unos 70m de largo, con estatuas de dioses a un lado y de demonios al otro.

La ciudad y sus templos han ido pasando del Budismo al Hinduismo y viceversa según le daba la ventolera al rey de turno. Algunos, mas bestias que otros, ordenaban destruir las estatuas del dios del anterior rey cuando cambiaban de religión, y por eso hay huecos donde primero hubo un buda, luego un Vishnu y luego, cuando llegaron los Jemeres Rojos, un nada porque se cargaron lo que pudieron en los ratos libres que les dejaaba su entretenimiento favorito: plantar minas antipersona. Al parecer, antes de poder abrir el recinto al turismo, el gobierno tuvo que peinar una zona inmensa para limpiarla de minas, porque los cenutrios estos habían reutilizado la antigua fortaleza medieval como cuartel.

El caso es que nos hemos tirado toda la mañana subiendo y bajando interminables escaleras de piedra bajo un calor agobiante y con un 70% de humedad, pero desde luego ha merecido la pena la panzada de sudar que nos hemos dado. Nos han llevado despues al Palacio Real y al Museo de Angkor. Esta última atracción (que teníamos programada para la tarde) la hemos adelantado para gran alegría de Xuxa, que ha visto como se le quedaba el resto del día libre por sorpresa, y además nos hemos ventilado el museo en una hora escasa cuando ella decía que se tardaban dos. Yo, la verdad, he acabado un poquito cansado de tanta cultura. Así que al hotel: Piscina, cervecitas, comida y siesta, o sea, budismo español…

Ah, amigo, lo mejor ha venido por la tarde: Hemos encontrado la zona de marcha del pueblo. Tremendo. En un barrio de cuatro o cinco calles está el Old Market, el Night Market, la calle de los restaurantes (según el Trip Advisor, hay mas de 250) y, en el centro del mogollón, Pub Street: La calle golfa. Había un garito llamado «Angkor What» que era una copia exacta del Chapandaz de Madrid, lo juro, con un cartel que decía «Promoting Irresponsible Drinking since 1998». Nos habríamos metido directamente si no nos hubiéramos apretado justo antes un mini de cerveza como cuando éramos chavales, y si no hubiéramos descubierto al lado el restaurante donde hemos cenado, lo cual nos lleva a la sección diaria de:

Reseña Gastronómica
Hemos cenado una típica barbacoa Jemer. Te traen a la mesa un artilugio consistente en unas brasas sobre las que se pone una especie de molde de hacer flanes, pero al revés. En lo alto ponen un trozo de tocino, y en la parte de abajo echan caldo y verduras. Según se va asando la carne en la parte de arriba, la grasilla va cayendo en el caldo, que se come al final y está de muerte. Para asar te traen una bandeja con 10 tipos de carne. Aparte de ternera, pollo o cerdo, adivinad lo que nos hemos comido: Avestruz (deliciosa), cocodrilo y serpiente 🙂 La verdad es que estas dos últimas tampoco es que supieran a nada del otro mundo, es cierto que saben bastante parecido al pollo.

Luego hemos dado un paseo por el mercado nocturno, que hasta a mí me ha gustado porque lo tenían muy bien aseadito. No había mas que souvenirs cutres, y exactamente los mismos en todos los puestos, pero la verdad es que estaba bonito. Ha sido, en general, un día muuuuuuuuy divertido, lo estamos pasando bastante mejor que el año pasado en Africa, sobre todo por tener días libres para pasear y descubrir cosas por nuestra cuenta. Los dias como hoy son la razón por la que mas me gusta viajar.

Mañana Angkor Wat: Wat es a Angkor lo que la catedral a Burgos, para que nos entendamos. Li-He

3 comentarios sobre “Angkor: Templos, calor y carne de serpiente

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  1. A pesar de habernos pasado a la dieta del reptil, yo sigo siendo mas insectívora…al menos es mas crujientita… La serpiente y el cocodrilo eran un pelin chiclosos ata mi gusto… 😉

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  2. Muy bueno lo del «Angkor What» (lease con voz de borracho…angggjjor qué?) y además jactandose de promocionar la bebida irresponsable desde 1988 jejeje, unos monstruos del merchandisingDia Lara Croft total no?

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  3. Tu Luis sigue con la cerveza, disentería no vas a pillar porque el agua ni la pruebas:-).Por cierto muy buenos los post me están alegrando las mañanas.Luis

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