Queridos lectores, hoy ha sido un dia productivo. Productivo en el sentido de cantidad de cosas que hemos hecho, y sobre todo productivo para los accionistas de la empresa que comercializa las chorradas de la hello kitty porque, otra vez, Elena se ha puesto morada. Vamos por partes:
La idea era hacer turismo cultural por la mañana y comercial por la tarde. Hemos ido a primera hora (quien dice «primera hora» dice «mas o menos las 11 y media de la mañana») a ver templos a un barrio llamado algo así como «Akasuka» (¿o era «Akusika»?, no consigo acordarme y no tengo el mapa a mano…), y allá que nos hemos ido con nuestro estupendo dominio del metro local (ya sabeis, nosotros los de Tokyo no tenemos ningun problema en movernos en trasportel público), para descubrir un barrio entero lleno de tiendas de souvenirs de camino a los templos. Ya os podeis imaginar: adios al turismo cultural. Dos horas de tienda en tienda, al menos he conseguido mi pin de Tokyo. No os cuento lo que ha comprado Elena porque no hay palabras… Al final hemos estado 10 minutillos viendo monumentos, que para la media que llevamos no está mal.

Segundo objetivo del dia: El museo nacional de Tokyo: Horas y horas de armaduras samurai medievales. Pedazo plan… De paso que íbamos allí, hemos descubierto que nuestro «inter rail» japones sirve para la linea de metro equivalente a la «circular» de Madrid, con lo que nos ahorramos una pasta. El caso es que según nos íbamos acercando, y viendo que el zoo estaba al lado del museo, nos hemos preguntado: «¿Que preferimos: osos panda o armaduras samurai?»… Han ganado los osos panda. Lamentablemente, los osos panda libran los lunes (se van a los karaokes y a los pachinkos* que es lo que hace la gente aquí cuando libra)
* Pachinko: Es el juego nacional japones. Hay edifcios enteros llenos de una especie de máquinas tragaperras por las que caen docenas de bolitas de acero mientras por detrás pasan imágenes a toda velocidad, suena música a todo volumen y el jugador se limita a mirar, fumar y echar monedas de vez en cuando. No hemos conseguido averiguar nada mas, y mira que hemos estado un rato mirando…
Total, que nos hemos ido al barrio electrónico. Flipante. Una calle del tamaño de la Gran Via (y no exagero) dedicada en exclusiva a la electrónica, con edificios de 6 plantas uno detrás de otro. Alternan tiendas de manga guarrillas, petadas de frikis hojeando comics. (Adolfo, me he acordado mucho de tí cuando nos hemos metido en callejones llenos de tiendecillas de electricidad de las que te molan: vendían los componentes al detalle, resistencias, condensadores, multi testers, grimpadoras espaciales, corta cables llenos de números, cables de utilidad misteriosa… He curioseado en una de emisoras de radio increíble, te hubiera encantado el rollo «mercadillo electrónico subterraneo»…lo único que hemos comprado allí han sido pilas) Al final, y cerca de la saturación, me he comprado unos auriculares en un gran almacén de los de no dar crédito: Solo la sección de cascos y auriculares tenía el tamaño del Media Markt de Majadahonda. Elena ha descubierto la sección «Hello Kitty» de otra tienda y ya me niego a detallar lo que se ha llevado. Paso.

Apartado gastronómico: Hemos comido en un antro/tugurio de sushi-sashimi que a Julio y Olga les fliparía, y eso que lo hemos encontrado de casualidad. La carta era una especie de guía de teléfonos, mogollón de páginas (en canutillo) en japones, afortunadamente con fotos para poder señalar. Despues de volver a nuestro barrio, nos hemos sentado en la terraza de un irlandés que nos mola y nos hemos apretado tres pintas de cerveza japonesa bastante buena. Hemos cenado en un sitio de pasta muy curioso…

Apartado costumbrista: Ya habíamos leído en internet y en guías turísticas lo de la amabilidad de los japoneses, pero la verdad es que da gusto: No te puedes parar en la calle o en el metro con el mapa en la mano sin que, a los pocos minutos no se pare alguien a preguntarte (en mejor o peor ingles) si necesitas ayuda. Lo ha hecho incluso un policía de la estación de metro que el hombre no podía leer nuestro mapa inglés y ha tratado de ayudarnos comparándolo con el plano del metro japonés que había en la pared de enfrente. En el mega-almacén electrónico en el que hemos estado, hemos preguntado por lectores de e-books (libros electrónicos, un capricho que tengo y que me parece muy caro en España), el caso es que mas allá del dichoso iPad de Apple no tienen nada, pero no son capaces de decirte abiertamente que no lo tienen, se avergüenzan mogollón y se ponen a pedirte disculpas. Ya os he contado lo del dinero (o tarjeta de crédito) en restaurantes y tiendas: Te cogen el dinero y te devuelven el cambio con las dos manos entre reverencias. Por no hablar de los baños públicos: Como los chorros del oro 🙂 En el restaurante donde hemos cenado ya me ha entrado la risa cuando al abrir la puerta veo que se enciende la luz y se levanta la tapa del vater automáticamente… No me hagáis meterme en comparaciones con los moros que me enciendo…
Mañana creo que vamos a la lonja del pescado, al zoo (si los osos panda se recuperan de la juerga de su día libre) y al barrio de compras pijo. Seguiremos informando
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