Holi, ¿cómo andamos?
Turismo hardcore hoy, un día de los de volver al hotel arrastrando los pies tras casi 12 horas de excursión por ahí. Aparte de andar una distancia completamente excesiva nos hemos tirado una barbaridad de tiempo en el metro y los trenes. Vamos con la crónica.
Tenía yo Osaka en el radar desde hace algún tiempo, cuando descubrí un canal de youtube de un tío que se dedicaba a dar paseos por las zonas turísticas de las ciudades más famosas de Japón con una cámara en la mano. Los vídeos no tienen música de fondo ni comentarios, sólo el sonido ambiente de la calle, y resultan bastante relajantes. Uno de ellos mostraba Osaka de noche, una zona de restaurantes junto a un canal, todo neones y enormes pantallas, bastante espectacular. Está bastante cerca de Kyoto (en tren se tarda media hora escasa) así que parecía una buena excursión de un día. Y eso hemos hecho hoy.
Animados por nuestro gran dominio de la red de transporte público de la región (enormemente facilitado por google maps, aunque seguimos dudando de si no nos habremos colado sin pagar en el tren de ida) nos hemos plantado en Osaka a última hora de la mañana (sí, ya lo se, no somos turistas madrugadores) con intención de ver el castillo de la ciudad primero y después irnos a la zona que tenía yo localizada. El castillo no ha estado mal, aunque de castillo antiguo sólo le quedan las murallas. La torre central es de 1931 (la han reconstruído tres veces) y para subir a ella hay que tragarse una cola de tres cuartos de hora bajo un sol implacable. Y lo único que sacas a cambio son unas bonitas vistas. No muy recomendable…

Han hecho falta dos trayectos en metro (y una considerable distancia andando por las inmensas estaciones de la ciudad) para ir de ahí a la zona llamada Dotonbori, que es la que yo tenía ganas de conocer. Nada más salir a la calle ya nos hemos visto arrastrados por una marea de gente que pocas veces en la vida había visto yo. En Osaka todo es excesivo: el tamaño de la ciudad, el de las estaciones, el calor, la cantidad de gente, los carteles de los restaurantes… Los que sirven cangrejo (que es típico de aquí al ser una ciudad costera) tienen una centolla del tamaño de un coche colgada de la fachada que hasta abre y cierra las pinzas. El bonito y animado barrio que se veía de noche en youtube era hoy una marabunta de turistas chinos invadiéndolo todo, haciendo cola en la puerta de los sitios más famosos y comportándose en general con los modales de una plaga de langostas. El barrio es una locura total…

Al menos hemos comido bastante bien, nuestro ChatGPT (que, junto con google maps se ha convertido en el mejor recurso para viajar) nos ha recomendado un sitio cercano para comer los típicos takoyaki, que son unas pelotas rebozadas rellenas de un puré con trocitos de pulpo y empapadas en una salsa de sésamo que están buenísimas. Para completar, un okonomiyaki, una especie de torta de harina rellena de marisco coronada por lascas de atún muy finas que, con el calor, se mueven como si estuvieran vivas. Muy rico todo…

El trayecto de vuelta no ha sido directo, no. Para empezar, Dotonbori es, en esencia, un inmenso centro comercial en el que debe haber, literalmente, miles de tiendas, así que llegar al metro supone parar unas cuantas veces. No es que me queje, ¿eh?, mi aguante a las sesiones de shopping ha subido muchísimo este viaje. Además, en una de las estaciones intermedias hay un mall (de 14 pisos, nada menos) en el que está una de las tiendas oficiales de merchandising del dichoso Pokemon GO, el videojuego más absurdo del mundo pero que, sin embargo, cuenta con millones de fans desde hace ya unos pocos años. La mitad de ellos estaba hoy en esa tienda. La cola para pagar (en una de las 8 cajas) serpenteaba por todo el inmenso local, os aseguro que no tenía menos de medio centenar de personas esperando. Al final había una chica sosteniendo un cartel con el mensaje End of Line para que la gente supiera dónde ponerse a la cola. Al verla sólo he podido prometer no volver a quejarme jamás de mi trabajo…
Sin más incidentes hemos vuelto a Kyoto, agotados pero contentos. La cena ha sido en un tugurio de sushi oculto, cerca del hotel, de los de comer en la barra viendo cómo el cocinero ensarta pececillos vivos antes de meterlos (aún coleando) en el horno. Te ponen las piezas de sushi directamente en la barra delante de tí, que queda como muy étnico. Bastante bueno.


Mañana es nuesto último día en Kyoto, así que me espero otra maratón de monumentos por la mañana y de tiendas por la tarde, que no me va a venir mal, por cierto, que ya he usado todas mis camisetas y las dos bermudas que me traje están que da asco verlas. Seguiremos informando.
Luis-san y Elena-san
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