Cairns: La puerta a la Gran Barrera de Coral

Holaaaa, que no me he olvidado de vosotros, ¿eh? Ya se que han pasado dos o tres días sin blog, pero es que ha habido poca novedad que contar. Así que recuerde a bote pronto, que ya no estamos en Brisbane, que hemos ido a bucear un par de días, que me ha atacado un pez ballesta y que hemos comido carne de canguro. Ah, y también que me ha atacado un pez ballesta. ¿Ya os he contado lo del ataque del pez ballesta? Luego doy detalles. Pongámonos al día.

Salimos de Brisbane el Lunes, con ganas de haber estado algún día más en esa bonita y agradable ciudad, con destino al norte, a la ciudad vacacional de Cairns. Es un sitio turístico de cuidados paseos marítimos y gran oferta hotelera, y ni siquiera tiene playa cercana. Su atractivo es ser la puerta de entrada a la mundialmente famosa Gran Barrera de Coral, un enorme sistema de arrecifes que recorre toda la costa noreste de Australia y que, junto al Mar Rojo suele considerarse el mejor sitio de buceo del mundo. Así que hemos tenido un par de días de intensa actividad submarina.

A mí, que con los años me he hecho un buceador burgués acomodado, ya me dan mucha pereza las aventuras extremas que solíamos tener antes, cuando te iban a buscar al hotel en furgoneta para llevarte de viaje, montarte en una zodiac precaria y bajarte a no se cuántos metros a pasar 10 minutos viendo un bichejo diminuto sin el menor interés. Por eso escogí un hotelazo frente al puerto deportivo del que salen los barcos de buceo. Y qué barcos, amigo: Inmensos catamaranes con todas las comodidades del mundo moderno, equipaciones en perfecto estado para tu uso y disfrute. Cocinero. Baños, duchas, sofás. Te regalan la cantimplora para el agua y te despiden al salir haciendo un pasillo como en Vacaciones en el mar. Tremendo.

Eso sí, el segundo día se complicó un poco la cosa debido al estado del mar. Ya nos habían avisado que probablemente fuera el último día de buen tiempo para salir a navegar porque al parecer se acerca un ciclón que está mandando fuertes vientos hacia esta zona, pero que todavía era aceptable. Aceptable, dijo el canalla. En cuanto salimos del puerto y pasaron 10 minutos aquello empezó a botar y zarandearse como el pesquero de la Tormenta Perfecta, medio pasaje tuvo que refugiarse en el balcón de popa agarrados a la barandilla a mirar el horizonte hiperventilando. La tripulación recorriendo el barco ofreciendo bolsas de papel con cara de cachondeo. Yo no me mareo en los barcos (algo descentrado sí acabé ayer, aunque nada grave) pero Elena se puso malísima. La sobredosis de biodramina que llevaba dentro no sirvió de mucho y la hora y media que tardamos en llegar a destino se le hizo bastante larga.

Eso sí, el buceo es un espectáculo digno de verse. Corales enormes por todas partes, mucho pececillo tropical, tortugas, peces payaso (muy famosos), y hasta algún tiburón despistado hemos visto. Inmersiones facilitas de poca profundidad, cómodas para entrar y salir del barco, una gloria. Y peligrosas. Porque te atacan los peces ballesta. En una de las bajadas, cuando todo parecía tranquilo y plácido, iba yo el último de la fila pensando en mis cosas cuando el guía se pone a agitar la maraca que lleva para emergencias y nos hace gestos de que nademos hacia él como con mucha prisa. Sin saber muy bien qué podía estar pasando, fue entonces cuando noté un fuerte golpe en el empeine del pie izquierdo. Al principio pensé que me había dado con una roca o algo así, me di la vuelta y me encuentro con un pez de aspecto inofensivo nadando hacia mí a toda velocidad enseñando unos dientes horribles como de zombi de los walking dead intentando morderme otra vez. A aletazos tuve que defenderme de una muerte segura. El canalla me había mordido en el pie, atravesando la goma de la aleta. Ni que decir tiene que desde ese momento me convertí en la estrella del grupo, con todo el mundo preguntándome y pidiendo que les contara la historia del ataque. El propio guía nos enseñó una cicatriz que tenía en la pierna por un mordisco del pez al que llamó Asshole Fish, que puede traducirse como Pez Gi$%&*$#@ollas o Pez Ca#$%&ón, ya me entendéis. Este es el inofensivo aspecto del puñetero bicho:

Ah, lo mejor es que el ataque ha quedado documentado gracias a la obsesión de Elena por las cámaras y los videos. Gracias a que se le ocurrión alquilar una GoPro aquí (se le olvidó la nuestra en casa) queda aquí registrado para la posteridad el momento en el que ví pasar toda mi vida ante mí como en el cine:

Bueno, tantas emociones lo que te provocan es una sed tremenda, menos mal que tenemos a la vuelta del hotel el paseo marítimo perfectamente equipado con restaurantes, cervecerías artesanales y bares de cócteles de aspecto sofisticado y largas cartas de bebidas. Sobre este tema sólo voy a comentar las dos mejores cervezas que he probado aquí: Victoria Bitter y James Bough. Muy buenas las dos. En cuanto a la reseña gastronómica, otrora sección estrella del blog, lo más destacable es que anoche, en el sitio con mejor pinta del paseo, Elena se atrevió a pedir carne de canguro a la piedra, que, como su propio nombre indica, te traen sobre una piedra caliente para que la hagas tú mismo y puedas salir de cenar oliendo a apetitosa fritanga. Dice que le gustó, aunque lo que me dio a probar no me supo muy exótico ni tenía ningún sabor especial.

Hoy tenemos día de descanso, creo que ahora me llevan de compras, luego tenemos masaje y esta noche mercado nocturno de estilo asiático. Seguiremos informando.

Luis y Elena

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