Ultimo día en Sidney, que da un poco de pena decirlo porque uno no sabe si alguna vez volverá a esta maravillosa ciudad. Al menos el tiempo nos ha respetado un poco más que ayer, y nos ha dejado un día de esos que se recuerdan siempre. Una de las cosas que Elena tenía metida entre ceja y ceja era darse un baño en la mundialmente famosa Bondi Beach (que se pronuncia Bondai Bich), célebre por los surfeiros y los tiburones que se zampan surfeiros a los que confunden con focas. Yo al menos he metido los pies, pero no he aguantado ni 5 segundos antes de sacarlos amoratados de cómo estaba el agua. Ni las Cíes en invierno, os lo juro. Pues ni eso ha echado para atrás a Elena que ha afrontado sin pestañear las olas de 30m y el agua a -25º y se ha dado un chapuzón del que ha salido no sólo encantada de haber cumplido su sueño sino además cantando «Sí Sí Sí, me he bañado en Bondi Beach». Y con sed…

No es que sea una playa muy larga (te la paseas entera en 10 minutillos tope) pero oye, una cosa que los australianos saben montar son bares. Unos cuantos chiringuitos de playa tienen montados allí con acogedoras terrazas y tentadoras cartas de comida playera. A todo esto, casi se me olvida contar cómo funciona el servicio en casi todos los bares que hemos estado. No hay servicio en terraza o en mesa, tienes que ir a pedir las cosas a la barra, se pagan allí mismo y si hay algo que va a tardar más o que no te puedas llevar tú mismo, te dan un número enganchado en una varilla de metal para que lo pongas en tu mesa y, cuando salga el camarero, pueda localizarte. Nos ha costado un par de días entender el mecanismo, pero ya lo tenemos dominado…
La tarde la hemos dedicado a una última batida por la zona comercial en busca de las últimas compras, sin gran éxito, y a tirarnos un buen rato en la terraza de un irlandés muy agradable trasegando pintas de la lager local, una maravilla que se llama Victoria Bitter y de la que te puedes beber litros y litros sin problemas. Aprovechando que nos pillaba de camino nos hemos vuelto a adentrar en el divertídisimo Chinatown que hoy, por alguna razón, estaba mucho más animado de lo normal y, aprovechando también que estábamos en la zona adecuada, cenar en un sitio de ramen para comprobar si se acercaba al delicioso mejunje que tanto me gusta en el Kagura de Madrid. Este de Sidney no estaba mal, un nivel de picante más que aceptable y bastante ortodoxo en general.

Y eso es todo desde Sidney. Mañana volamos a Brisbane (sólo una hora y media de vuelo) en dónde alquilamos un coche para viajar hacia el sur, a Byron Bay, que es un sitio de mucho mochilero y mucho cachondeo alternativo que nos hace mucha ilusión. Ya contaremos qué tal eso de conducir por el lado equivocado y entrar en las rotondas en plan conductor kamikaze…
A Nicole Kidman no le hemos visto el pelo. Seguiremos informando.
Luis y Elena
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