Tormenta en Woolloomooloo

Sí, el nombre en el título está bien, a pesar de que parezca un grito de guerra o un balbuceo de niño. Es una palabra aborigen que se refiere a un exclusivo y original barrio de Sidney en el que ayer pasamos un rato interesante. Sigamos en orden.

Originalmente teníamos pensado ir a pasar el día a Bondi Beach, la famosa playa de la ciudad, pero habían anunciado mal tiempo, así que intercambiamos el plan con el del día siguiente, reservado para compras, paseos y actividades varias. Al lado del hotel, bajo el bonito puente de Pyrmont, tienen puesto el museo naval con algunos barcos amarrados en el pantalán de la ría. Te enseñan algunas cosas típicas de estos sitios como recuerdos de expediciones, artículos de la armada y cosas así. Fuera, amarrado tienen un barco de guerra muy vistoso que se llama Vampire, y enfrente un espectacular submarino en el que se puede entrar. Te lo explican todo unos señores muy mayores con pinta de haber servido en ese mismo submarino pero en la guerra mundial, y te dejan mirar por el periscopio que tienen apuntado a la torre de la televisión que domina toda la ciudad. Justo al lado hay una reproducción del Endevour, el barco carbonero en el que vino el famoso capitán Cook, el que consideran aquí el descubridor del continente (esto es muy discutible, pero ya sabemos como son los ingleses a la hora de apropiarse de la historia y los territorios en nombre del rey) en el siglo XVIII. Juraría que los señores que te lo enseñan venían en esa misma expedición…

La visita cultural nos dio para llenar la mañana hasta la hora de comer, que tampoco es que sea el museo del Prado. Con poca idea en la cabeza de qué hacer a continuación, nos dimos un agradable paseo hacia la zona de Chinatown, coincidiendo justamente con la hora de salida a comer de las oficinas que hay de camino. Mira, uno hace turismo no sólo para mandar fotos a la familia y blogs a los amigos, también se viaja para integrarse y conocer la forma de vida de otras culturas. ¿Qué mejor forma de integrarse que haciendo lo mismo que los locales? ¿Y qué hacen los locales a mediodía de un miércoles en un barrio de oficinas? Comerse un bocata. Y eso hicimos. Encontramos un puesto en un callejón pintoresco frente al que hacían cola tres o cuatro chavales con pinta de trabajar en lo mismo que yo y nos compramos unos pork rolls, que son unos bocadillos de verdura y carne de cerdo que tienen un mogollón de verdura y ni rastro de carne de cerdo, y nos sentamos en un banco a disfrutar de nuestra hora del almuerzo al solecito primaveral. Típico, ¿eh?…

Por la tarde nos acercamos otra vez a la zona turística a ver si podíamos cambiar de talla dos camisetas que me he comprado (no me llaméis gordo, las tallas aquí están pensadas para los numerosos turistas chinos y japoneses, que son más bien escuchimizaos) y llegamos otra vez hasta el edificio de la ópera.

En ese momento me acordé de que tenía yo mirado de dar un paseo rodeando la península en la que está el edificio y llegar hasta un barrio relativamente conocido que tiene el musical nombre de woolloomoolloo, en el que tiene una casa Russell Crowe, andando por un bonito paseo que bordea la costa. No más de media hora decía el google maps. Fenómeno, y encima se pasa por el jardín botánico. Ahí, amigo, la llovizna meona que venía con nosotros desde un rato antes se convirtió en un tormentón apocalíptico, como del fin del mundo, con rayos y truenos de película de miedo. Nos tuvimos que refugiar debajo de un árbol (que es precisamente lo que nunca se debe hacer en una tormenta) con una pareja de japoneses y una chica que había salido a correr y tenía aspecto de haberse caído al mar. Ni los móviles funcionaban. Mal que bien pudimos llegar al sitio que tenía yo antojo de ver, una zona residencial en un muelle con restarurantes en los bajos. Allí mismo, bajo la casa de Russell Crowe, nos sentamos en una terraza de un bar de copas superpijo que tenía el maravilloso nombre de Molo, a intentar secarnos mientras pasaba la tormenta. La tormenta pasó, pero no antes de que me diera tiempo a apretarme litro y medio de Birra Moretti, la famosa cerveza italiana que allí se beben como si fuera agua de grifo y que aquí te cobran a precio de champán francés gran reserva. Muy divertida la cosa…

Poco más pudimos hacer después. Volvimos andando hasta el hotel a cambiarnos de ropa y salir a cenar enfrente en un sitio llamado I’m Angus (no por el guitarrista de AC/DC, vecino de la ciudad, sino por el tipo de carne) que no fue gran cosa, y a dormir. Ni rastro de Russell Crowe…

Mañana (hoy para nosotros) nos vamos a la playa, a ver si no nos muerde un tiburón o nos pica esa medusa asesina de la que todo el mundo habla. Seguiremos informando.

Luis y Elena

Deja un comentario

Blog de WordPress.com.

Subir ↑