(Nota: El post sale con un día de retraso por motivos técinos: no funcionaba la wifi del hotel. Mil disculpas)
Siempre nos pasa lo mismo. En los viajes de turismo urbano, cogemos tomamos el primer día con muchas ganas, nos damos una paliza terrible a andar, y llegamos al hotel cansados pero satisfechos, pensando que una buena noche de sueño reparador nos dejará como nuevos. Al día siguiente, sin faltar, nos levantamos con unas agujetas espantosas, los pies con ampollas y los entremuslos irritados. Hoy ha sido igual, tanto que ha habido que comprar una cremita para culo de bebé por el camino nada mas ponernos en marcha hacia nuestro primer destino del día: El cementerio de La Recoleta. Es el cementerio que está en La Recoleta, por si os preguntábais por el nombre. Muy famoso por los panteones de gente ilustre y de buena familia, y porque aquí está enterrada Evita, en el panteón de la familia Duarte, que no es, ni de lejos el mas ostentoso. Está en un pasillo lateral, y se encuentra fácilmente siguiendo a los turistas que llevan un mapa en la mano, y por las flores. Un sitio interesante y muy vistoso, en cualquier caso.

Elena tiene un compañero del colegio que es indígena de aquí (y, al parecer, desde ayer seguidor del blog) que nos mandó un itinerario completo de inmersión cultural porteña no turístico, así que despues de la alegre visita al cementerio, nos hemos pasado un par de horas pateando bonitos barrios residenciales de gente bien, apreciando la diferencia entre el Buenos Aires dominical de ayer (poco transitado y muy tranquilo) y la gran actividad laboral de hoy. La principal de esas diferencias es el monumental atasco que paraliza la ciudad entera. Hay una cantidad enorme de autobuses ocupando la mayor parte de la calle, lo que provoca una sensación de colapso ruidoso notable. Quitando eso, es cierto que la ciudad es una preciosidad, da gusto pateártela entera. Gente guapa y elegante en general, bonitos edificios y un buen ambiente callejero muy de agradecer. Probablemente pueda calificarse como la mas europea de las ciudades de América. Nos hemos recorrido un buen trecho de la mundialmente famosa calle Corrientes (lo siento, el 348 nos pillaba a trasmano) viendo las estrellas de la fama en la acera y los teatros. Bueno. Vale. Lo hemos notado todo un pelín flojo de mantenimiento, la verdad. A mí me ha recordado un poco a la calle Bravo Murillo de Madrid, como de lujo antiguo pero trasnochado. Dicen que por la noche, con todo iluminado, mejora bastante. Si el último día en Buenos Aires que tenemos programado el viernes nos da tiempo lo comprobaremos.
Nuestros numerosos lectores argentinos (los dos) sonreirán cuando diga que, de casualidad, hemos parado a tomar la cervecita rehidratante en un sitio que tenía buena pinta y que ha resultado ser una de las cafeterías mas antiguas de la ciudad: Los Galgos, en la avenida Callao. Muy bonito y con pinta de llevar abierto desde antes que el edificio de encima. Hemos acabado allí, dando un rodeo (grande) porque Elena quería conocer la calle Corrientes, y porque los dos sitios planificados después quedaban mas o menos en la dirección aproximada. Muy aproximada. Es lo que pasa cuando sales del hotel sin un plan concreto: 16 Km andados, según la maldita fitbit de Elena. Que se dice pronto…
El primero de esos dos sitios planificados era, para comer, un restaurante al que ya fueron, en el siglo pasado (literalmente) mi suegro y su padre. Un asador llamado La Estancia, cerca de la avenida 9 de Julio y enfrente del teatro Colón. Es un sitio enorme, en plena zona turística, lo que trae como consecuencia, una cierta sensación de local industrializado. No ha estado mal, de todas formas. El dueño es de Orense, por cierto… Nos hemos comido un asado de tira regulero. Eso es todo respecto a la reseña gastronómica de hoy…

Despues de comer, y aprovechando que nos pillaba cerca, nos hemos dado un breve paseo de hora y media (sí, las distancias aquí son así) hasta la famosa librería de El Ateneo, que han montado en un antiguo teatro. Muy bonita, con matices: Todo lo que montas en un antiguo teatro queda bonito, sea una librería o sea un bar de copas. Y, que queréis que os diga, yo que era un fetichista de los libros, desde que todo es digital, las librerías han perdido pará mí todo el encanto que solían tener. Cosas del progreso….
Completamente agotados despues de la caminata bajo el sol de Diciembre (que, viniendo del invierno, se agradece, pero sólo un rato) nos hemos vuelto al hotel a darnos un bañito en el mini spa, y a pensar en la cena con una pereza que te mueres. Es lo que os decía al principio sobre el segundo día de turismo urbano, se hace muy cuesta arriba. Teníamos pensado probar una pizzería en un sitio que encontramos por internet, a sólo 15 minutos andando desde el hotel. Muy bien puesto y animado, pero con el cansancio y la poca hambre, nos hemos decidido por uno que había al lado con pinta mas informal. Y todo ello para, una vez pedida la cena, enterarnos que el anterior tiene fama de ser la mejor pizzería de Buenos Aires. En fin, esa ley de Murphy del turista que no puede uno evitar. Otra ves será.
Mañana nos vamos a la Patagonia, a un pueblo que se llama El Calafate y que es el sitio más al sur al que hayamos ido nunca. A ver los glaciares y hacer turismo campestre. Seguiremos informando
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