Kuala Lumpur: Haciendo amigos

Selamat Malam, Queridos lectores…

Dejamos atrás Borneo, la tierra de los tigres de Mompracem, ayer a mediodía. Poco que contar de la última mañana en Mabul, desayuno asqueroso, un rato de piscina, maletas, pagar la cuenta, una última Tiger de aperitivo (bueno, dos…), comida de rancho y se acabó. A las dos nos montamos en la lancha rápida que nos llevaba a tierra, un viaje muy agradable de unos tres cuartos de hora, con el mar completamente en calma, viendo el espectacular paisaje de costa selvática. Despues, una hora y media de coche hasta el aeropuerto, bastante mas aburrido porque durante todo el camino sólo se ven plantaciones de palmeras (cultivo, al parecer muy rentable por el aceite de palma), un vuelo de tres horitas de nada, y, al fin, Kuala Lumpur. Hubo que pedirle al señor que nos vino a buscar que esperara 5 minutos mientras yo me echaba una carrerita por el aeropuerto a recoger la wifi portátil que tenía encargada de antemano (artilugio imprescindible cuando viajas por ahí, cómo descubrimos el año pasado en Seul), y aguantar el cabreo que se pilló el conductor que nos llevaba al hotel (encarnación estándar del «cayo malayo» que decíamos de niños: feo como un crollo, negro como un tizón y mas borde que su puñetera madre) que decía que se había tirado media hora esperando. Ese es tu trabajo, compañero, te aguantas…

Gran hotel, éste que estamos. Acceso a internet de alta velocidad y Wifi por todas partes, una cama con suaves sábanas secas y un lujoso baño libre de bichos extraños. Cómo me gusta la civilización, de verdad… Nos hemos apretado esta mañana un desayunaco de salir mareados (eso sí, sin bacon para los huevos que aquí están como de cuaresma perpetua), nos hemos puesto el uniforme de turistas y a la calle. Podeis ver aquí al lado el primer selfie paleto del día, al lado del hotel, con una de las torres Petronas de fondo. Todo nuestro barrio tiene las aceras valladas porque la semana pasada hubo una carrera de coches en circuito urbano, y es bastante incómodo andar por la calle de esa forma, además hay gran cantidad de obras (están construyendo torres mires por dónde mires), pero nos hemos acabado por orientar. Ya sabéis, los seguidores habituales, que somos muy de patear las ciudades, al menos el primer día. Hoy, según las numerosas pulseras inteligentes de Elena, hemos caminado mas de 8Km, en un ambiente de calorcillo húmedo tropical muy poco apropiado para andar por la calle. La idea era visitar un barrio Indio llamado Brickfields, que según Google Maps estaba a una hora andando. Al final hemos tardado mas de dos horas y media en llegar, entre visitas varias y paradas para descansar.

Una de esas paradas ha sido, sólo cómo toma de contacto, Chinatown, y porque Elena ha tenido que comprar de emergencia unas chanclas de las de tira entre los deditos. Había elegido el calzado equivocado (ella, que se ha hecho parte de camino de Santiago…) y la cosa se estaba poniendo fea. Sólo hemos entrado un momento en la famosa Jalan Petaling, la calle dónde está el mercadillo de productos de imitación (Adolfo, tranquilo, ya tengo localizados los puestos para lo tuyo, mañana te informo) porque tenemos idea de volver otro día. Cerca de allí hemos cumplido con otro de los ritos que tienes que pasar, cuanto antes mejor, en cualquier ciudad extraña: Meter la tarjeta en un cajero. Ningún problema, me han soltado mis 500 ringgits (poco mas de 100€), y sin tardar demasiado en duplicar la visa. Ya lo arreglaremos a la vuelta…

Poco después, en otra paradita a la sombra para consultar mapas y distancias, hemos hecho nuestro primer amigo en Kuala Lumpur. Nos ha abordado un anciano malayo, negrísimo, decrépito y desdentado muy cariñoso que me ha dado la mano unas cuantas veces contándonos (en un inglés bastante aceptable) que tenía 90 años, 5 hijos de tres mujeres, no se cuántos nietos y no se qué barbaridad de bisnietos. Se ha despedido con las manos juntas frente a la cara (signo de respeto budista) entre grandes muestras de cariño y amistad entre los pueblos. He sido incapaz de recordar su nombre pero me ha caido fenomenal.

El segundo contacto con los transeuntes ha sido mientras mirábamos una antigua casa colonial de la que habíamos leido algo en Internet. Nos ha preguntado una chica europea (que luego ha resultado ser alemana) si sabíamos qué era aquello, porque llevaba cuatro años estudiando en Kuala Lumpur y no tenía ni idea. A cambio de contarle la escueta explicación que sabíamos («una especie de escuela en un edificio de estilo colonial de 1904») nos ha recomendado un sitio para comer allí mismo. Luego detallamos temas culinarios, que hoy nos hemos venido arriba con este tema despues de una semana de malcomer…

Hacia las 3 y pico se ha puesto a llover, y hemos decidido darnos la vuelta. Como somos turistas avezados, y estábamos francamente cansados de andar despues de todo el día, hemos decidido afrontar el segundo rito obligatorio del visitante extranjero: El transporte público. Eso sí, ya ni siquiera tienes que preocuparte de nada, Google te lo dice todo: Cómo llegar a la estación, que línea tienes que tomar (hasta el color te pone), en qué dirección, y en qué parada tienes que bajarte. Aquí tienen unos monoraíles elevados por la ciudad que le dan un aire como muy moderno. Muy rápido y eficaz, en 20 minutillos estábamos de vuelta en el hotel. Nos hemos dado un bañito en la piscina de la planta 18 viendo la tormenta tropical que se ha abatido inclemente sobre la ciudad, y nos hemos quedado nuevos…

Para la tarde-noche teníamos planificado una cervecita en un sitio de nombre prometedor: Taps Beer Bar (Sí, es «Taps», no «Tapas»). El garito nos ha encantado, clientela occidental, gran cantidad de tiradores de cervezas del mundo y una agradable terraza. Un par de cañas nos ha costado decidir el sitio de la cena a base de Foursquare (qué gran servicio a la humanidad está haciendo esta gente, de verdad…), que está dentro de un centro comercial llamado Pavillion. Gran ambientazo multicultural (chicas aparentemente jóvenes envueltas en burkas de rendija para los ojos junto a malayas en pantalones cortos y camisetas de tirantes) y atmósfera agradable. Vamos con la sección estelar.

Reseña gastronómica
Ya os podéis imaginar, si me conocéis algo, lo que ha sido para nosotros la semana pasada desde el punto de vista culinario, y las ganas de desquite que teníamos. La chica alemana nos ha recomendado para comer un sitio de comida india de los que no se te ocurre entrar si no te lo dicen. Vease foto adjunta del aspecto externo del local. Se llama Sri Kortumalai, y yo he pedido una especie de menú del que sólo he reconocido el arroz, servido sobre una hoja de plátano y con montoncitos de comida extraña.

Elena ha pedido la recomendación de la alemana sobre comida malaya: Una especie de empanada para mojar en salsas de sabores exóticos, llamada algo así como «Rothi Sardine» y que ha resultado estar rellena de… sardinas. ¿Quién iba a pensar que «Sardina» en malayo fuera a decirse «Sardine», eh?. La gente a nuestro alrededor comiendo con las manos, una cosa tremenda. Experiencia interesante, y no nos hemos puesto malos ni nada…

Para cenar tenía yo metido entre ceja y ceja un ramen de esos que tanto nos gustan. Ha sido en un sitio llamado Hakata Ippudo que tenía yo mirado desde hace días. Buenísimo. Un cafelito en una terraza de enfrente viendo pasar gente y de vuelta al hotel, que ha sido un día muy largo.

No tenemos plan pensado aun para mañana, lo decidiremos despues del desayuno halal este que nos dan aquí. Ya os contaré.

Selamat Malam, mañana mas y mejor 😉

Deja un comentario

Blog de WordPress.com.

Subir ↑