Bula bula, queridos lectores:
Retomo la actividad tras mi día libre de ayer (los blogueros tambien libran), cuando la bloguera consorte se hizo cargo de la situación y mantuvo estupendamente el nivel del blog. Vamos con el del día…
Hoy, despues de dos días buceando de relax en bonitos arrecifes sin bichos aparentemente dañinos, hemos vuelto a jugarnos el tipo con los tiburones. De momento seguimos enteros, así que ya sólo queda un día de peligro y riesgo. La cosa funciona así: Nos recogen a la 7:45 «Fiji time», lo que significa que hoy, por ejemplo, ya estaban esperando a las 7:40, y nos llevan al centro de buceo que está a sólo un par de minutos en coche. Allí nos tienen esperando otros 20 minutos mientras acaban de cargar los dos barcos que llevan (ya podrían sincronizar un poco mejor la hora de recogida de los turistas, digo yo), rato que aprovechamos para hacernos amigos del resto de buceadores. Hoy, aparte del neoyorchino, había una pareja de polacos, una chica canadiense que lleva año y medio viajando sola de mochilera por el mundo, y un inglés muy animado con la expectativa de la inmersión…

Una vez tienen todo a bordo, nos llaman a embarcar, revisamos que los equipos estén bien, y nos ponemos muy formales a atender la charla que te dan mientras zarpamos. La verdad es que ésta gente está haciendo un trabajo magnífico de conservación, porque aparte de lo que te cobran por el servicio, te cobran otros 20$ de Fiji que, según ellos, van para ayudas a la aldea de pescadores a los que ya no dejan pescar allí, y que ahora se dedican a otras cosas, y eso te lo agradecen mucho. Durante la charla es cuándo te cuentan que no andes separando los brazos del cuerpo, especialmente si llevas cámara, porque los tiburones te confundirán con el que les da de comer, y lo menos malo que te puede pasar es que te quedes sin cámara. Los bichos no serán muy inteligentes, pero lo que sí son es rápidos, o sea que cómo vean un brazo extendido con algo que brilla al final, en segundo y medio zas!, te habrás convertido en el capitán garfio…

A la hora de bajar lo tienen muy bien controlado, la primera inmersión te dejas caer hasta casi los 30 metros, dónde hay una especie de balcón protegido por piedras, y te tumbas ahí (dónde, si hay suerte, encuentras algún diente de tiburón), con los 5 o 6 encargados detrás armados de bastones para alejar al que se acerque. Inmediatamente, te ves rodeado de bichos inmensos, que saben qué es la hora de la comida, y empiezan a dar vueltas alrededor. Bajan un contenedor de basura (que previamente han llevado allí como a las 5 de la mañana) lleno de cabezas de atún, lo abren, lo vuelcan, y se monta la mundial. Es bastante espectacular lo de ver 50 o 60 animales de ese tamaño peleándose por la comida.

Esperad, esperad, que la cosa aun mejora. Cuando se acaba lo del contenedor, tienen una caja metálica anclada al fondo, delante mismo de nosotros (a no mas de un par de metros), se pone un tío a sacar comida con la mano, y cómo si fuera un torero, le empieza a dar pases a los tiburones usando las cabezas a modo de capote para, agárrate, dirigirlos hacia el público asistente que dispara las cámaras como locos para, si hay suerte, acabar con una foto de un animalito de esos delante de las narices con las fauces abiertas. Alguno pasa tan cerca que hay que agachar la cabeza, no porque te vaya a comer (que todo puede ser…) sino para evitar aletazos, que siempre son molestos 😉

Luego, cuando acaba el espectáculo, te suben a otro sitio como a 10 metros de la superficie, dónde están los tiburones mas pequeños y simpáticos. Durante la subida, Elena y yo nos apartamos porque la gente aletea como posesos, en lugar de usar el chisme que llevamos para controlar la flotabilidad. Basta con hincharlo y dejarte llevar. Ahí es cuando te das cuenta que los turistas son mas peligrosos que los tiburones. El pobre neoyorchino, todo hay que decirlo, va fatal, porque en el centro de buceo le han dejado unas aletas de niño, modelo «kit caribe» de las que se compran en las tiendas de accesorios playeros del paseo marítimo, y el chaval hace lo que puede…
Durante el descanso a bordo, entre inmersión e inmersión (hacemos dos seguidas, con una media hora entre ambas), te dan galletas y té, y además te dejan fumar en la popa. La razón es que los guía Fijianos fuman todos, pero ninguno lleva tabaco nunca, con lo que en cuanto te ven hurgar en tu bolsa se acercan todos como si fueran tiburones a la comida. Por supuesto, les acabas ofreciendo, y todos se hacen muy amigos tuyos. Y claro, despues de cuatro días con ellos, hemos llegado a un acuerdo: Yo les doy tabaco y a cambio ellos me dan dientes de tiburón, que siempre encuentran muchos y tengo un montón de sobrinos. Cuando les he dicho que esto era como un mercado negro, se han partido de risa los cachondos, aunque no estoy seguro de que me hayan entendido.
Reseña gastronómica
La verdad es que estamos comiendo de maravilla, para ser un hotel exótico y no demasiado lujoso. Todas las tardes, antes de cenar, nos tomamos unas Fiji Bitter fenómenas (nosotros, los exploradores de los mares del sur, somos muy de tomar cervecitas despues de observar a los tiburones), y suele haber noches temáticas en el restaurante. Ayer hubo cena Indo-Fijiana, con unos currys riquísimos, y hoy hay noche tailandesa, pero eso nos da un poco de miedo. Ponen unos solomillos de ternera estupendos, que creo que es lo que me voy a apretar hoy…

Bueno, mañana es nuestro último día de buceo, haremos la misma inmersión de hoy, esperamos como siempre, no perder ningún miembro vital. Luego tenemos spa y, si hace bueno, piscina. Ya tenemos el día hecho…
Saludos desde el hemisferio equivocado
Como mola! Cuanta envidia, pero de la sana nosotros disfrutando de 3 días en Baiona q también está bien, pero como q no es lo mismo… Faltan los tiburones jeje
Me gustaMe gusta