Fiji: Tiburones y lluvia

Bula Bula y saludos desde Fiji, queridos lectores:
(así es cómo saludan aquí a los turistas. Me gustaba mas el coreano, queda mejor escrito…)

  Estamos de vuelta online, o eso espero, porque no veas las dificultades de conexión que hay aquí. Estamos en Pacific Harbour, Fiji, en el hemisferio equivocado y en mitad del Pacífico. o sea, que si consigo mandar esta entrada será un pequeño milagro. Salimos el domingo por la tarde de Seul, en vuelo directo a Nadi (muy cómodo, sólo 10 horitas de nada). Teníamos pensado dormir todo el viaje, pero yo no pude pegar ojo, debido a que nos tocó una pintoresca famila melanesia con tres niños al lado, y el mas pequeño de ellos, un adorable negrito de dos años con simpáticos rizos en el pelo, se tiró las 10 horas llorando, dando grititos, protestando y pataleando, ante la indiferencia de sus padres, los intentos de tranquilizarlo de las azafatas, y el odio infinito del resto del pasaje al que el maldito crío no dejó dormir en todo el vuelo. Mientras la madre que lo parió veía tranquilamente películas, aislada del ruido con sus auriculares, el resto de la cabina chistaba enfurecida.

  Os podéis imaginar el estado en el que llegamos. Reventados. Pero la cosa no acaba ahí, no. El tío que nos vino a buscar para llevarnos al hotel nos dice, con toda su calma tropical, que todavía nos esperan dos horas y media de carretera hasta el destino final. Una de las cosas que distingue a los paises prósperos de los que están en vías de serlo es la forma de conducir, ya lo hemos comprobado en otros paraisos exóticos de economías endebles, y Fiji es por el estilo. Ante la perspectiva de pasar dos horas y media viendo adelantamientos escalofriantes en curvas sin visibilidad, lo mejor es relajarse, y dormir. Dos horas dormidos nos tiramos en el infame camino al hotel. Al llegar, el conductor nos dice, como media sonrisa, algo así como «Pues sí que estaban ustedes cansados…»

  Fiji, en la Melanesia, fue una de las últimas islas del Pacífico sur en ser colonizada, famosa por sus feroces guerreros y la bonita y nutritiva costumbre de comerse a sus enemigos derrotados en las guerras. Los exploradores de la zona cuidaban mucho de acercarse a lo que sus vecinos llamaban «Islas de los caníbales», por si acaso perdían la batalla y se los comían (una muerte poco honorable, se conoce). Tal vez ese patrimonio genético explique el tamaño que tiene la gente aquí, porque los locales autóctonos son enormes. Desde luego, no es por el sol, porque hace un tiempo que da asco. Lleva (según nos han contado) varios días seguidos lloviendo, y la verdad es que no hace mucho calor (aquí, en el hemisferio equivocado, es invierno), no apetece tirarse a pasar la tarde en las hamacas de la piscina. Ayer y hoy hemos optado por el budismo español de despues de comer, que consiste en tirarse en la cama a meditar sobre las grandes cuestiones de la existencia hasta que te duermes. Dos horas mas tarde, tu espíritu estará lavado de preocupaciones y te sentirás como mas ligero y descansado…

  Una de las cosas por las que se conoce a Fiji es por el buceo con tiburones, que es lo que hemos venido a hacer. Esta mañana hemos tenido las dos primeras inmersiones, y la verdad es que son bastante impresionantes. Nos bajan a los cuatro turistas que venimos hasta el fondo, nos tumban allí agarrados a unas piedras mientras los encargados les dan (¡¡con la mano!!) unas cabezas de atún a los mas de 80 tiburones toro que había rondando con gran agitación. Son unos bichos enooooooooormes, oiga, del tamaño de una vaca pero sin los cuernos. Y te pasan muuuuuuuuy cerca, alguno se ha acercado al alcance de la mano. Los encargados que van con nosotros llevan unos bastones metálicos con los que les dan en el morro a los tiburones si se acercan demasiado o ponen cara de querer comerse al turista, así que la cosa parece bastante segura y controlada. Al menos, según los tíos del centro de buceo, no han tenido ningún incidente desde que empezaron a hacerlo, el año 98. Impresionante.

  Habréis notado que en el post de hoy no hay fotos. La razón es que, un año mas, la hemos cagado pifiado con la cámara. Habíamos pegado un filtro en el exterior de la carcasa sumergible (para que las fotos no salieran verdes), y ahora tenemos el susodicho exterior de la carcasa (a donde apunta el objetivo de la cámara) adornado con una bonita capa de pegamento reseco que no sabemos cómo vamos a limpiar. Van a salir las fotos muy artísticas, desenfocadas y abstractas…

Apartado gastronómico. La comida del hotel de momento bien, poco exótica y bastante rica. Tienen una cerveza llamada Fiji Bitter bastante potable, que sabe a gloria despues de bucear, aunque esto tambien es verdad para cualquier cerveza por mala que sea.

  Seguiremos informando, si los tiburones no nos arrancan algún miembro vital…

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