Zanzibar, la joya del Indico: Especias y esclavos

Jambo, queridos lectores. Anoche llegamos a Zanzibar, que según todos los artículos que había leido en internet, es un sitio muy exótico y cargado de historia. Es un antiguo puerto de trata de esclavos, además de ser famoso por las plantaciones de especias. Siglos de mestizaje han conformado un crisol de culturas que bla bla bla… La realidad es muy distinta. Para empezar, el aeropuerto es como de cachondeo. Nada mas bajar del avión te cobran 50 dolares de visado por chola, a pagar en metálico. Es cierto que esto lo hacen muchos países (algunos al entrar, otros, como en hispanoamérica, al salir), pero no deja de resultar molesto. No hay cinta transportadora de maletas, hay un tío que las va descargando del carro que las trae del avión, va enseñándola a ver de quién es y el dueño grita «¡¡MIA, ESA ES LA MIA!!».

Primero nos dio la de Elena, y en ese momento se fue la luz. Completamente. Oscuridad total. Durante al menos un minuto, que es el tiempo que debe tardar el generador en arrancar. Cuando vuelve la luz, el maletero encuentra mi bolsa, levanto la mano, me la trae, y el muy canalla va y me pide propina!! ¡¡El maletero del aeropuerto!! Sí hombre, pues no me faltaba nada mas que eso… Yo no se si a la gente de estos países les enseñan en la escuela que los extranjeros infieles son tontos, porque en cuanto pueden, te ponen la mano a ver si les cae algo. Y encima de malos modos.

La aduana estaba a la vuelta. Aquí «a la vuelta» debe leerse en sentido literal, porque cuando ya tienes todas tus maletas, te das la vuelta y hay un banco con un policía (o similar) detrás, que te pide de malos modos que abras la maleta. No te lo pide hablando, se limita a señalar. Tu abres la maleta, el tío echa un ojo, revuelve un poco con gran desgana y te deja pasar. Al salir de la aduana, hay un enjambre de gente que se pelea por llevarte la maleta (para poner la mano después, claro) así que hay que ponerse en modo mercadillo de El Cairo: NO NO NO coño déjame en paz gracias… Luego aguantar las bromitas del imbécil que nos trae hasta el hotel (y que me dio su móvil para que le llamara si queríamos hacer alguna excursion, en vez de contratarla en el hotel, el pollo le hace la competencia a su propia empresa…), mientras por la ventanilla se ve un pais miserable, mugriento, superpoblado, con la gente sentada al borde de la carretera de charla, corrillos viendo la tele en la calle…

Una hora de viaje desde el aeropuerto hasta el hotel, viendo bicicletas con tres tíos encima circulando de noche sin luces por el carril contrario, adelantamientos escalofriantes, zonas de pueblos a oscuras, vamos, una cosa idílica. Así que hemos decidido que la excursión que teníamos pensada (queríamos ir a Stonetown, ciudad patrimonio de la humanidad) casi que nos la bajamos de internet en forma de documental y arreglado. No pensamos salir del hotel en toda la semana.

Todo este mal rollo se acabó al llegar al hotel. Un sitio precioso, muy cuidado, en el que nos habían dejado la cena preparada en la habitación porque sabían a qué hora llegábamos. Y con internet gratis!! Hoy hemos estado en el centro de buceo y mañana salimos a las 9:30 (que, en horario civilizado, podría traducirse como «media mañana»), así que el resto del día lo hemos dedicado a playa/piscina/cervecita.

Apartado enológico. En el hotel tienen dos cervezas tanzanas: Serengueti y Kilimanjaro (gran imaginación en los nombres a la hora de venderle cerveza al extranjero infiel) que vienen en unas bonitas botellas de medio litro. Y están bastante buenas aunque a mi me parece que son exactamente iguales. Mañana tengo que fijarme porque sospecho que ambas son en realidad  Heineken, que es la cerveza que hay en todos los países del mundo, sobre todo en los que no fabrican cerveza. Supongo que también habrá vino, pero ya me imagino la bofetada que me van a dar en la cuenta como se me ocurra pedirlo.

Bueno, mañana mando crónica del buceo, si merece la pena.