«Jambo» queridos lectores, que es como saludan aquí a los turistas. Despues de cuatro dias desconectado, por fin estamos en un sitio un poco mas civilizado. Llegamos a Nairobi el dia 3 por la noche, sin ningún incidente reseñable. De paso he descubierto el truco para hacer de un vuelo largo una experiencia algo menos miserable: No dormir el dia anterior. De esta forma es mucho mas sencillo entrar en estado de hibernación…
Nairobi por la noche bien: Oscuro y vacío.
Al día siguiente, muy temprano, nos vino a recoger nuestro guía, un tío simpático que se llamaba Simon (pronunciese «saimon»), que nos montó en la misma furgoneta decrépita y desvencijada con la que nos había ido a buscar al aeropuerto, una Nissan Urban de la que mas tarde hablaré, y nos pusimos en camino al parque nacional Masai Mara. Salir de Nairobi fue bastante emocionante, no por los monumentos (que no hay), el paisaje urbano (miserable) o el ambiente de la ciudad (masificado), sino por la conducción tipo «ley de la selva» del amigo Simon. Para empezar, conducen por la izquierda (Kenia fue una colonia británica hasta el año 65), y lo de entrar en las rotondas por el lado equivocado, a toda leche, y sin que importe si viene alguien o no, es bastante excitante. Los semáforos son como los de El Cairo: Inexistentes, y los guardias de tráfico tienen menos autoridad en los cruces que un vendedor de kleenex. Los carriles son virtuales (cada uno va por donde le peta), y las señales de tráfico se toman mas bien como «sugerencias», especialmente las de prohibido adelantar. Ya decidiré yo si hay o no visibilidad sin que me lo tenga que decir Trafico, gracias.
Cuando por fin conseguimos salir de la ciudad, primer percance. Simon nos informa que ha habido un accidente en la carretera que baja al Rift Valley (los guias turísicos se avisan unos a otros por radio) y que tenemos que dar un rodeo. Una hora de retraso, y cuando llegamos al fondo del valle, nos enseña la carretera por la que debíamos haber bajado completamente atascada. Según él, pueden tardar todo el día en despejar el asunto, así que bien, hemos tenido suerte…
Un par de horas mas tarde, segundo incidente: Pinchazo en mitad de la llanura desierta. No pasa nada, nos bajamos de la furgoneta y el amigo Simon se pone a cambiar la rueda.

De repente, nos damos cuenta de que hay unos niños masai pastoreando unas vacas raquíticas por los alrededores, y claro, un pinchazo de turistas debe ser para ellos el acontecimiento del mes, así que se van acercando poco a poco, con los palos de azuzar las vacas en la mano. «Anda mira», me digo, «un niño masai que se acerca, que pintoresco…» hasta que me doy cuenta que de masai nada, es que llevaba una camiseta del Bayern de Munich. No se puede ir por la vida de occidental que ha leido demasiados libros de exploraciones, ya no queda nada autentico, que asco de mundo….
Las últimas tres (¡tres!) horas de viaje fueron un infierno.El amigo Simon ya nos había avisado de que nos iba a obsequiar con un largo masaje al estilo africano, que era su forma de prepararnos: 70 km de camino de cabras por el que un tanque tendría problemas para andar, pero no el intrépido Simon y su indestructible Nissan Urban. Tremendo.
Cuando por fin llegamos a la entrada del parque (7 horas despues de salir de Nairobi) y Simon se baja a comprar las entradas, Elena y yo aprovechamos para comprobarnos las magulladuras y de repente nos vemos rodeados por media docena de mujeres masai (o al menos vestidas igual) dando el coñazo para vendernos abalorios típicos, con la misma pinta de auténticas que las gitanas de la Giralda, pero muuuuuuuuuucho mas insistentes.
Desde la puerta del parque hasta el hotel fueron solo 5 minutos, pero menudo espectáculo: Elefantes, gacelas ñus… Gran recibimiento en el hotel con los camareros vestidos de guerreros masai incluyendo lanza y collares.

Nos acompañan a la tienda/habitación y la verdad es que no estaba mal, muy exótico todo con lo de la mosquitera y eso… Y nos citan para despues de comer a nuestro primer safari, que comentaremos en una próxima entrada.
Bueniiisimo Simon, ya le he enviado solicitud de amistad por facebook ( Si es que es él, me han salido unos cuantos millones de Simons) y tambien me he hecho del grupo «Yo tambien quiero una Nissan Urban»Abrazos
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Espectacular, llego de vacaciones y me encuentro con estas crónicas que me transportan a un mundo de recuerdos entre Orzowei y memorias de Africa, cada día me voy a leer una, y las del año pasado también, por ver como era Japón antes de Fukusima, más que nada.Cuidado con Simon no sea que sea Mandingo.
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